miércoles, 21 de noviembre de 2018

El poder del perro, de Don Winslow

                Recién terminada la lectura de El poder del perro, lo primero que tengo que decir es que me sorprende que, a pesar de sus 720 páginas, es tan trepidante que perfectamente podría tener otras 200 más sin llegar a hacerse pesada.
                Publicada en 2005, es la primera parte de una serie (la continuación, El cártel, fue publicada en 2015). El autor es el estadounidense Don Winslow.
                Comienza en los años 70, y el eje central de la historia gira en torno al narcotráfico y su evolución en México y Estados Unidos. El amplio abanico de personajes usado por el autor, da una visión global de ese tema principal, visto desde todos los ángulos posibles. Estamos, por tanto, ante una novela policiaca con una historia ficticia, pero con una verosimilitud tal que podría pasar por un documental.
                Hay muchos personajes. Tenemos un agente de la DEA, varios miembros de una familia dedicada al narcotráfico, un cura, una prostituta de lujo, un asesino a sueldo, y una multitud de personajes secundarios. Los hechos que suceden a lo largo de las más de tres décadas que abarca la historia, moldean a los personajes, mezcla sus tramas y hace que evolucionen. Sin embargo, me ha quedado la sensación de que, a pesar de esa evolución, los personajes carecen de profundidad. Les falta algo que no sé muy bien cómo definir.
                Sin duda alguna, el punto fuerte de esta novela es el ritmo. Como decía al principio, no es una lectura pesada. Esto lo consigue el autor mediante continuas escenas de acción mezcladas con giros, a la misma vez que el foco va saltando de personaje en personaje, y de localización en localización. De hecho, en ocasiones el ritmo es excesivamente rápido, tanto que el lector no tiene un momento para recapacitar sobre la repercusión de lo que acaba de suceder, y eso hace que algunas escenas resulten confusas por la extremada rapidez con que son narradas.
                No es una lectura apta para todos los públicos, ya que abundan las escenas violentas, en las que el autor no se corta un pelo al describirlas. Tampoco faltan como ingredientes el sexo y la corrupción. La dosificación y reparto de esos y otros ingredientes, da una dimensión a los personajes que los aleja de mi odiado maniqueísmo: ni los policías son siempre buenos, ni los narcotraficantes son siempre malos, y eso es un punto a favor de la verosimilitud.
                La ambientación está muy conseguida. Gran parte de la historia transcurre en los alrededores de la frontera México-Estados Unidos, y está bien detallado cómo es la vida por esa zona, qué tipo de gente habita por ahí, cómo es el clima y el terreno. Y otro detalle interesante de la ambientación es el funcionamiento del narcotráfico. Quién vive de eso y cómo lo hace, qué riesgos hay, cómo se mueve todo desde arriba y cómo se lucha contra todo eso.
                Días después de haber terminado la lectura, muchos sucesos de la historia siguen rondando por mi cabeza, lo que indica que me ha impactado, que ha dejado huella.

                Como resumen, no es una novela perfecta, pero no me cabe la menor duda de que es una gran novela con una gran historia, y contada de una forma bastante decente. Aunque ahora estoy un poco saturado por el tema del narcotráfico (tengo muy recientes las series de televisión Narcos, Gomorra y Fariña), cuando me desintoxique un poco, volveré con la continuación El cártel, que seguro que merece la pena.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Mal de altura, de Jon Krakauer

                En 1996 tuvo lugar una tragedia en el Everest. El periodista estadounidense Jon Krakauer estaba allí en ese momento, recopilando información para un artículo sobre la explotación comercial de la montaña. Superviviente de la tragedia, escribió un reportaje, y tiempo después añadió algunas aclaraciones, que es lo que encontramos en esta novela documental.
                A lo largo de sus 368 páginas, el autor expone en primera persona la crónica de una expedición motivada tanto por su trabajo como por un reto personal pendiente. El Everest, la cumbre más alta a la que puede aspirar cualquier alpinista, había sido una tarea pendiente para el autor, apasionado del montañismo, hasta que le surge la oportunidad de realizar una costosa expedición costeada por la revista donde trabajaba.
                Tal como el autor expone, una de las preguntas cuya respuesta buscaba para su trabajo es: ¿qué motiva a las personas que emprenden la dura tarea de ascender a esa zona poniendo en riesgo su propia vida, viviendo en unas condiciones climatológicas no aptas para la supervivencia, y todo ello tras haber sufrido penurias durante varios meses, y haber gastado una considerable cantidad de dinero, no apta para todos los bolsillos?. A ello hay que añadir la poca preparación de algunos de los que deciden emprender dicha aventura, que no son alpinistas profesionales, lo cual queda muy bien reflejado en esta historia.
                Los personajes de la historia son el propio autor, los guías de las expediciones que coincidieron en esas fechas, los propios clientes de esos guías y los sherpas que los acompañaban. Diversos grupos que se ven entremezclados en esta aventura (o desventura, que sería más apropiado). Todos ellos son personajes reales, cuyos testimonios también fueron recopilados por el autor, que llevó a cabo una ardua tarea de reconstrucción de los hechos que él mismo había vivido, contrastando su punto de vista con el de los demás supervivientes.
                El estilo de la narración es tal que mantiene enganchado al lector en todo momento. No sólo explica cómo se lleva a cabo una compleja expedición de este tipo, sino que lo hace explicando los detalles técnicos de tal forma que cualquier persona ajena al montañismo pueda comprender qué se está haciendo y qué es lo que está en juego. La continua tensión de la historia no necesita de grandes artificios literarios para convertir la historia en emocionante, porque ya lo es de por sí. Y la forma en que Jon Krakauer lo relata es magistral.
                El hecho de que no estemos ante una novela estrictamente hablando, sino ante un reportaje, hace que haya dos lecturas distintas de esta historia que el lector encontrará a la vez: por la parte novelesca, hay una historia de aventuras, ambientada en una inhóspita zona montañosa donde un grupo de personas intenta alcanzar la cumbre más alta, tarea que a priori parece más allá de lo que el grupo puede soportar físicamente. La otra lectura es un ejemplo de una expedición de este tipo en la realidad, día a día. Todo ello teniendo en cuenta que tanto los personajes como el ambiente en que se mueven es real. Así, el Everest queda reflejado como lo que realmente es: una meta ambiciosa, no apta para cualquiera.
                El tema principal de esta obra es difícil de destacar, pero me quedaría con la ambición humana, que es tal vez la respuesta que autor buscaba y que, años después, siguió intentando explicar.
                Aunque pueda quedar mal decirlo, he disfrutado leyendo esta novela. No es que haya disfrutado de los hechos que se narran, sino de la otra lectura, lo que se aprende. Hay novelas que son como un viaje, como un agradable paseo. En otras se conocen personajes que dejan huella, que disfrutamos conociéndolos. En esta novela, para mí, es de las que se aprenden cosas. Muchas cosas. Como aficionado al montañismo, he aprendido por la experiencia ajena qué es exactamente vivir a esas alturas inhóspitas donde el cuerpo humano no funciona como debería. Cuáles son los riesgos, y cuáles las recompensas, si las hay. Qué puede pasar, qué se puede esperar. Y, sobre todo, que sirva de advertencia para todos los que puedan aprender algo de errores ajenos.

                Novela muy recomendable, sin lugar a dudas. Imprescindible para los aficionados a la montaña.

viernes, 2 de noviembre de 2018

El diablo en cada esquina, de Jordi Ledesma

                No siempre se tiene la oportunidad de conocer personalmente al escritor cuya novela has leído. Ese privilegio da una nueva dimensión a la experiencia de la lectura, por la posibilidad no sólo de comentar la historia con el propio autor, sino por el contraste entre lo que se conoce del autor y los personajes que ha creado.
                En fin, pongo ese detalle como curiosidad, porque recientemente fui a la presentación de la última novela publicada de Jordi Ledesma, la cuarta hasta ahora, y decidí ponerme al día con su obra, de la que sólo había leído la primera, Narcolepsia. Hace ya tiempo que la leí, pero la recuerdo como una buena historia. En este caso, la crítica corresponde a su segunda novela, El diablo en cada esquina. La novela fue publicada en 2015, y consta de 196 páginas. No tengo tendencia a hacer favoritismos y no los voy a hacer en mi blog, salvo por el detalle de hacer esta reseña o crítica de un autor que conozco. Y lo que hago es justo lo que hago con las otras novelas que analizo en mi blog: comentar mi experiencia de lectura tal como ha sido, sin propaganda.
                Comenzando por el ambiente, la mayor parte de la historia tiene lugar en Barcelona, aunque también hay escenas que se desarrollan en otras localizaciones, tanto nacionales como internacionales. Destaca la descripción del entorno por la falta de luminosidad, es decir, si bien las escenas tienen lugar en sitios poco apacibles, además el autor muestra el lado realista-pesimista de esos sitios, creando un ambiente gris que impregna toda la novela.
                Lo mismo sucede con los personajes. Se puede sentir mayor o menor empatía hacia ellos, pero todos son víctimas de sus propias circunstancias y vivencias. Estos personajes, son, sin duda, el punto fuerte de la historia. No son buenos ni malos, sino simplemente humanos. No hay maniqueísmo, y todos muestran tanto sus virtudes (si las tienen) como sus defectos. Y precisamente la personalidad de los protagonistas es el motor principal que hace avanzar la historia. Es una obra coral, con varios protagonistas, entre los que se encuentran un vicioso hijo de empresario, un policía corrupto, una prostituta, un mafioso… sus historias se verán mezcladas a lo largo de la novela, llegando hasta un desenlace bastante conseguido, según mi punto de vista.
                En cuanto al estilo, ya he hablado del ambiente “gris” que impregna al ambiente y los personajes. También es destacable la escasez de diálogos, que queda compensada con las ricas descripciones de los hechos y los personajes, desde el punto de vista del narrador en tercera persona.
                La trama es lineal en el tiempo, aunque la acción salta de personaje en personaje. También hay numerosas analepsis, sobre todo cuando el narrador muestra el pasado de alguno de los personajes, o algún hecho relevante que tiene relación con lo que sucede en el presente.

                Como no tengo por costumbre dar detalles de la historia en mi blog, sólo diré que es una lectura amena, y que es rápida de leer, dada su corta extensión. A mí personalmente, me ha durado dos tardes. Seguiré comentando el resto de novelas del autor, ya que también será un ejercicio interesante ir viendo la evolución de Jordi como escritor. De hecho, ya se nota cierta madurez en la narración desde la anterior novela, Narcolepsia.

jueves, 28 de junio de 2018

Pórtico, de Frederik Pohl

                Pórtico es la primera novela de la tetralogía que forma la Saga Heechee del escritor estadounidense Frederik Pohl. Fue publicada en 1977, y fue galardonada, entre otros, con los premios Hugo y Nébula. Tiene una extensión de 368 páginas.
                Tras haber leído Artemisa, de Andy Weir, y haberme llevado una decepción, quizás por lo mucho que me había gustado El marciano (lamento no haber hecho la crítica de Artemisa. No la pude hacer en su momento, y ahora ya no tengo tan frescos los detalles como para hacer una crítica ajustada), pues bien: empecé con otra obra de la lista de “pendientes” del género de Ciencia Ficción para intentar olvidar la impresión de “obra normalita” que me había dejado mi anterior lectura. La elección fue Pórtico, y ha cumplido sus expectativas.
                Sin revelar más detalles de los que se indican al principio de la novela, la historia tiene su punto de partida en el descubrimiento de los restos de una antigua civilización alienígena en Venus, los Heechee, de los cuales no se tiene más rastro que los objetos que han dejado. Esos hallazgos propician el posterior descubrimiento de un asteroide en cuyo interior hay una flota de naves espaciales intacta, lista para viajar por toda la galaxia. Añadiré sólo un detalle más: al no haber más vestigios que los objetos alienígenas encontrados, sin documentación ni comunicaciones, la Humanidad no tiene ni las más remota idea de qué es todo lo que encuentra, para qué vale, cómo funciona ni cómo era quien lo hizo, por lo que la investigación se hace por el más rudimentario de los métodos: ensayo y error.
                El protagonista es, a su vez, el narrador de la historia. Robinette Broadhead, que decide viajar a Pórtico y abandonar la Tierra, con la esperanza de unirse al grupo de aventureros que exploran la galaxia con las naves Heechee encontradas y hacerse rico. Esta novela, pues, es la historia de su particular odisea, contada por él mismo.
                La trama está partida. Por una parte, el presente, en el que el protagonista narra sus sesiones con un robot/inteligencia artificial que es su psiquiatra. Esos capítulos se van alternado con otros capítulos del pasado, y conforme la historia avanza, ambas tramas convergen al final.
                Los personajes no están muy desarrollados, ni siquiera el protagonista, pero tampoco es necesario en esta historia. Aun así, me chirrían algunos rasgos de la personalidad de los mismos, que me han parecido algo forzados. Los personajes secundarios, de algunos se sabe poco más que el nombre. Como digo, tampoco es un defecto grave.
                El ambiente está muy conseguido. Pese a no dar demasiados detalles a veces, aparecen los suficientes para que el lector se sumerja en la historia y vea cómo es la vida en Pórtico, cómo funciona, qué se hace ahí, y qué se puede esperar. Muchas veces, en la Literatura, con conseguir sólo lo de hacer al lector viajar a otro lugar extraño, ya se ha conseguido un gran hito, y en esta novela lo consigue, además de otras cosas.
                El tema principal es la exploración espacial y sus costes. Se puede hacer un paralelismo con las expediciones de la época de los grandes descubrimientos, y en esta historia se pone de manifiesto lo costoso que es para la Humanidad alcanzar nuevos horizontes.
                Hay algo que he echado en falta durante la lectura: el punto de partida es muy bueno, abre paso a un abanico de posibilidades que, conforme se avanza en la historia, he sentido que se iban comprimiendo y cerrando. Sin embargo, una vez leída la novela completa, es comprensible que quede la sensación de que la historia podía dar más de sí. Y está bien como está.

                Si queréis vivir por un momento una historia de arqueología espacial con algunas reflexiones interesantes, os recomiendo esta novela. Posiblemente seguiré con el resto de la saga, aunque si no lo hago, tampoco me quedo con la sensación de que sea necesario, pues la novela es casi autoconclusiva.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver

                Tenemos que hablar de Kevin es una novela de la escritora y periodista de origen estadounidense Lionel Shriver. La novela fue publicada en 2005, y es relativamente extensa (608 páginas).
                La protagonista, Eva, tiene un negocio de elaboración de guías de viaje que le hace vivir una vida desahogada junto a su familia. Ella misma es la narradora de toda la historia, y lo hace en primera persona, pero de un modo un tanto peculiar: mediante cartas enviadas a su marido, Franklin.
                Así pues, es una novela epistolar, redactada a base de cartas. La forma en que está escrita me ha recordado a lo que leí en Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, por la sensación de ser toda la historia un monólogo, si bien en la obra de Delibes la narradora emitía su monólogo junto al ataúd de su marido, y en Tenemos que hablar de Kevin, la protagonista cuenta su monólogo mediante cartas. Ambas novelas comparten la visión desde el punto de vista de la protagonista: sus pensamientos, sus juicios de valor, sus inquietudes y su forma de ver y vivir la vida. Salvando las diferencias por lo distintas que son ambas historias y sus personajes, existe ese paralelismo en la forma de contar la historia.
                Los personajes principales, aparte de la protagonista, son su marido Franklin y el que da nombre al título, Kevin, el hijo de ambos. Personajes muy bien definidos, siempre desde la subjetividad de la narradora, pero muy reales y verosímiles.
                En cuanto a la trama, es lineal, y comienza con la protagonista mostrando su vida actual y dejando entrever un suceso traumático, relacionado con su hijo, del que se irán conociendo todos los detalles poco a poco. Después, la narradora da un salto atrás en el tiempo y vuelve hasta el punto de su relación en que decidieron tener un hijo. A partir de ahí, la historia avanza de forma lineal hasta la conclusión de la novela.
                La visión de la narradora/protagonista es muy realista. Trata temas como la maternidad, la vida en pareja, la conciliación de vida personal y laboral… y el más importante, cuya pregunta flota durante toda la novela: el origen de la maldad.
                No es una historia alegre. En realidad, es muy cruda y dura, en muchísimos aspectos. La realidad tan verosímil que muestra esta novela puede dejar mal sabor de boca a más de uno, pero pese a ello, reconozco que es una obra magnífica. Es muy fácil sentirse identificado con infinidad de situaciones, verse atrapado como la protagonista, compartir su ansiedad y sus dudas, en definitiva: meterse en su pellejo. Y es por ello que, pese a que el ritmo de la historia comienza de forma extremadamente lenta, al poco tiempo se acelera y se vuelve tan interesante que no he podido parar hasta terminar de leer, para saber cómo acaba.

                Si estáis en un momento de bajón, o si os estáis planteando tener descendencia, no es una obra que os vaya a ayudar. Pero si queréis meteros un chute de realidad (dentro de lo que sabemos que es la ficción literaria), esta historia cumplirá con creces vuestros deseos. Está bien escrita, hay multitud de preguntas abiertas sin respuesta, la dosificación de la intriga es perfecta… Después de muchos días de haberla terminado, aún revolotean por mi cabeza las situaciones que aparecían en la novela. Muy recomendable.