viernes, 25 de mayo de 2012

1Q84, de Haruki Murakami

                Hay que empezar diciendo que es una obra larga (más de novecientas páginas), detalle a tener en cuenta para lectores ocasionales que no pueden dedicar gran cantidad de tiempo a la lectura.
                Si no me equivoco, es la obra más larga del japonés Haruki Murakami. Dividida en tres libros, narra una historia que comparte muchos detalles en común con el resto de sus novelas (al menos las que han pasado por mis manos: Tokio Blues, Kafka en la orilla, Crónica del pájaro que daba cuerda al mundo y After Dark. La última que cito, After Dark, un bodrio nada recomendable, más mala que la carne de cabra). Los elementos comunes de 1Q84 con el resto de sus obras, como decía, son esos personajes con un trasfondo melancólico, seres solitarios que no pueden escapar a su destino, hechos misteriosos, sucesos paranormales. Y todo descrito con un estilo bello, poético, realista.
                Leer a Murakami es como contemplar un paisaje. No es tan importante lo que se ve como lo que se siente, y lo que queda después de leerlo, más allá de la historia, es la sensación de haber disfrutado del momento, de la lectura.
                La historia está focalizada en dos personajes totalmente independientes el uno del otro: uno de ellos es Tengo, un profesor de matemáticas que tiene como afición la escritura. Su historia comienza cuando se le encarga el trabajo de reescribir una novela escrita por una adolescente. El otro personaje es Aomame, una instructora de artes marciales que trabaja como asesina a sueldo. Casi al final de la obra aparece un tercer personaje que tendrá un papel relevante en la investigación de determinados sucesos.
                La historia de los personajes, que va alternando un capítulo para cada uno, en un principio da la sensación de estar leyendo dos novelas independientes, pero llegado el momento, empezarán a aparecer puntos comunes que harán que se vea la relación entre ambas historias.
                1Q84 es una historia rara, como todas las del autor (rara al menos para mi mente occidental), pero no por ello deja de ser buena, ya que dicha rareza es precisamente uno de los ingredientes extra que añade interés a la obra. La historia cuenta con muchos enigmas que poco a poco se irán haciendo cada vez más complicados, y a veces se irán desvelando para volver a ocultarse otra vez, lo que añade esa sensación de querer seguir leyendo para ver qué pasa. En este aspecto, el autor es todo un experto, y es capaz de mantener ese nivel de tensión a lo largo de toda la obra que, como he dicho, es bastante extensa.
                Como punto en contra, desde mi punto de vista hay algunos hechos que se repiten, o que aparecen bastantes veces a lo largo de la obra. Esto sirve para dejar bien explicada la parte de la historia y para no olvidar detalles, pero en algunos momentos da la sensación de estar leyendo lo mismo otra vez. Por otra parte, el hecho de que aparezcan determinados sucesos paranormales, a determinados lectores les puede decepcionar, aunque en esta novela en concreto, se encuentran totalmente integrados en la historia de forma que no llegan a molestar (es un recurso muy fácil el de poner enigmas en una obra y terminar explicándolo con la excusa de que ese mundo no es el mundo real y por tanto no funciona igual, o que todo es un sueño, porque el lector se sentirá engañado por toda la tensión que ha sufrido intentando buscar una explicación lógica). Sin embargo, en esta historia no es tan importante el saber cómo sucede, sino todo lo que hay detrás.
                La trama es lineal, la historia va avanzando sin pausa, intercalando algunos momentos de reflexión y recuerdo del pasado de los personajes (elemento crucial de la historia), y toda la historia confluye en un final que, cocinado a fuego lento, deja un delicioso preparado listo para saborear.
                Para mí es la obra qué más me ha gustado de Murakami después de Tokio Blues, que considero su mejor novela.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Factotum, de Charles Bukowski

                Otra nueva obra acerca de la turbulenta vida de Henry Chinaski, alter-ego del autor Charles Bukowski.             
                En esta ocasión, la historia trata de las vivencias del protagonista desde que dejó de ser un muchacho ocioso y se incorporó al mundo laboral. Tal como corresponde a una persona irresponsable, bebedora, viciosa y poco planificadora, Henry va pasando por distintos empleos de baja categoría, los cuales abandona al cabo de poco tiempo, a veces por voluntad propia, pero la mayoría por despidos más que justificados por sus ausencias, borracheras y altercados varios.
                Con una visión contagiosamente pesimista del mundo, el autor nos presenta a una serie de personajes que se van desfilando por la historia: jefes, compañeros de trabajo, mujeres relacionadas o no con el trabajo…, todos los cuales suponen un clavo ardiendo al que el protagonista se aferra y, finalmente, acaban formando parte de una u otra forma en su perdición.    
                “Factotum” es una huída hacia delante, una exaltación del vivir día a día, un camino hacia ninguna parte. En esta historia no se ha escatimado en situaciones grotescas, litros de alcohol, sexo, apuestas y todo aquello que tan presente está en todas las obras del autor. En la misma línea del resto de sus obras, en ésta se cuenta la historia en primera persona, desde el punto de vista y pensamientos del protagonista, un ser a veces brillante y generalmente grotesco, que inspira tanta lástima como simpatía. Un personaje que no deja de sorprender a lo largo de la historia y que, gracias precisamente a este hecho, hace que la lectura de “Factotum” se convierta en una adicción.
                El lenguaje usado carece de adornos innecesarios, pero logra unas descripciones vívidas de las situaciones relatadas. Es muy fácil meterse en la piel del protagonista y criticarlo e incluso censurarlo. El autor logra de esta forma poner al lector en una situación moral superior, lo cual no es fácil de lograr.
                En cuanto a la longitud de la historia, es bastante corta, teniendo en cuenta tanto la cantidad de páginas, que no llega a doscientas, como el efecto adictivo de la lectura, que hace que se devoren sin apenas darse cuenta.
                No es necesario haber leído previamente ninguna otra de las vivencias de Chinaski para poder apreciar intensamente esta obra, aunque recomiendo empezar por “La senda del perdedor”, donde se puede visualizar, como el propio título indica, cómo puede llegar una persona a ser como el protagonista de esta historia.
                Existe una película de esta obra, que aún no he tenido ocasión de ver. En cualquier caso, y sin tener críticas previas de la misma, supongo que no habrá sido difícil de hacer, ya que es muy fácil imaginarse las situaciones descritas en la novela.
                Un buen y adictivo pasatiempo, el de leer la vida de Chinaski. Pese a tener siempre los mismos factores de base, no deja de sorprender a cada paso que da.