martes, 30 de agosto de 2011

Puerta al verano, de Robert A. Heinlein

            Imagina que pudieras viajar al futuro para dejar atrás un presente que no te gusta, y encontrarte con un mundo nuevo más emocionante y con nuevas posibilidades. Imagina que pudieras viajar al pasado para preparar tu futuro como un pastel que se deja en el horno, y volver a ese futuro en que el pastel ya está hecho y listo para consumir.

            Los viajes en el tiempo son el tema principal de “Puerta al verano”, escrita por el maestro de la ciencia-ficción Robert A. Heinlein y publicada en 1956. Como siempre, el autor juega con la realidad y describe su propia predicción del futuro, mostrando su visión de la sociedad en 1970 y en año 2000, lejos de la fecha en que escribió.

            El protagonista, un ingeniero que se dedica a diseñar máquinas que realicen tareas domésticas, nos cuenta en primera persona la historia. Dicha historia, con numerosos toques de humor, incluye traiciones, venganzas, reflexiones sobre el futuro y los viajes en el tiempo, romance y hasta conversaciones con Petronius, el gato del protagonista.

            El autor, un visionario, describe en esta obra, entre otros, y con muchos años de adelanto, el funcionamiento de un robot del tipo que se está comercializando desde hace poco, el robot que se usa para barrer la casa, con un nivel de detalle que hace pensar que en su época ya existía. Al igual que sucede con las obras de Julio Verne, muchas ideas y proposiciones de Heinlein, pese a ser totalmente imaginarias, han visto o verán la luz con el paso de los años. De cualquier manera, el autor no pretende hacer de profeta, sino mostrar una historia que entretenga al lector y le haga plantearse ciertas cuestiones. En este caso, desde mi humilde punto de vista, la obra no alcanza la calidad de otras del mismo autor como “Forastero en tierra extraña”, que considero una obra maestra por las proposiciones sociales y religiosas  que plantea, o “La Luna es una cruel amante”, donde también se hacen unas proposiciones sociales y políticas muy interesantes. En este caso, el tema es totalmente distinto.

            La historia es la de un hombre que no encuentra su lugar en el mundo y se propone jugar con el tiempo para encontrar su “Puerta al verano”, metáfora de la realización personal y del hogar. Un relato interesante que, conforme va avanzando, se convierte en una bella historia al llegar a su final, con un desenlace que a más de uno le dará que pensar.

            Fácil lectura y trama interesante en la que los hechos se suceden sin saber lo que sucederá a continuación, esto es lo que se puede esperar de “Puerta al verano”, una novela bien elaborada que deja muy buen sabor de boca y que consigue atrapar al lector con su historia. Por ser un poco puntilloso con la obra, destacaría la candidez del protagonista, que pese a su desarrollado intelecto tal como nos demuestra página tras página, al principio peca de inocente, cosa poco comprensible cuando se avanza más en la historia y se ve cómo es en realidad. Es el único pequeño fallo que he encontrado. Por todo lo demás, me alegro de cada una de las horas que le he dedicado a esta lectura. Heinlein aún sigue sin defraudarme.

jueves, 25 de agosto de 2011

Cartero, de Charles Bukowski

            Al empezar a leer “Cartero”, resulta impactante desde el principio, tanto por la historia como por la prosa utilizada. El protagonista, Henry Chinaski, alter-ego del autor, narra en primera persona y con un lenguaje directo y chabacano, sus vivencias desde que decide hacerse cartero y su paso a lo largo de los años por el servicio postal de los Estados Unidos.

            El protagonista, al igual que el autor, es un personaje dado a todo tipo de vicios, entre otros el alcohol, el tabaco, las mujeres y las carreras de caballos, y contagia al lector con su visión realista-pesimista de la sociedad, haciendo especial hincapié en el mundo laboral en que se desenvuelve.

            La novela es un compendio de anécdotas, de vivencias personales a lo largo de su vida laboral, en las que van apareciendo jefes, compañeros y mujeres, personas con las cuales el protagonista siempre tiene una relación controvertida, y siempre guiado por el hedonismo, el egoísmo y el alcohol, lleva al lector por un camino que resulta terriblemente conocido: el conocimiento de la condición humana, contada con pelos y señales, hasta incluyendo descripciones precisas sobre procesos fisiológicos de los que muchos autores no escriben con la intención de guardar el decoro.

            Charles Bukowski, junto con otros como Raymond Carver, forman parte del grupo de escritores encuadrados dentro del estilo conocido como “realismo sucio”, donde a base de frases cortas pero descriptivas, personajes decadentes pero humanos y situaciones impactantes pero reales, construyen una historia bien ambientada que toca alguna fibra sensible del lector, lo que hace que se sienta en parte identificado con personajes y situaciones, y afectado por las mismas.

            Esta historia en concreto es una situación límite, un continuo viaje por el borde del abismo que mantiene la tensión en todo momento, haciendo que de una situación mala se pase a otra aún peor, y cuando las cosas parecen que ya no pueden estar peor, empeoran todavía más, hasta que el lector se da cuenta de que no hay redención, no hay mejora a la vista, sino una continua supervivencia día a día.

            El tema principal, desde mi punto de vista, es la esclavitud del alma, el vivir en un mundo que no gusta, pero tampoco hay voluntad de cambiarlo. Dejarse llevar por lo que pide el cuerpo para tener algunos momentos de placer que no llegan a compensar los malos momentos, mucho más abundantes. No tener una visión ni un rumbo determinado, e ir dando bandazos por la vida esperando que una buena oportunidad caiga del cielo para aprovecharla o incluso malgastarla, sin remordimientos de conciencia y sin pensar en mañana.

            Es difícil empezar a leer “Cartero” y no volverse adicto a la historia hasta terminarla. Al acabar, es fácil pensar que no cuenta nada extraordinario, que cualquiera puede haber vivido esas experiencias, no hay que tener mucha imaginación. Y sin embargo, te atrapa. Ahí es donde reside la grandeza del autor: lo que cuenta en su historia, engancha. Y la forma en que lo cuenta es un puente directo a la mente del lector que lo hace vivir y comprender el cómo y el porqué de lo que motiva al protagonista.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

            En esta ocasión, la obra trata sobre un futuro catastrófico y caótico, donde cualquier forma de cultura, especialmente escrita, es brutalmente eliminada. El protagonista de la historia, un bombero llamado Montag, tiene por oficio la búsqueda y quema de cualquier libro que pueda existir. En esta época, los bomberos son los guardianes de la felicidad de la gente, pues desde hace años los libros están prohibidos por el Gobierno, ya que hacen a la gente pensar y, por tanto, hacer preguntas y ser infelices. Los bomberos se encargan de quemarlos.

            Esta obra, publicada en 1953, y de la cual se hizo una película años más tarde, tiene como tema principal la censura, que en este caso se justifica para poder mantener un status quo en una sociedad hedonista y consumista, donde todos sus miembros puedan ser manipulados a conciencia, y donde comportamientos tales como salir a pasear por la calle o hacer preguntas a los demás, o bien tener charlas en familia son comportamientos inapropiados y excéntricos, vigilados muy de cerca por el Gobierno. Los ciudadanos, en su ceguera, no son conscientes de que su país se encuentra al borde de una guerra, pues la información que les llega, a través de unos aparatos de televisión ultramodernos e interactivos, sólo les ofrecen información manipulada para mantener al rebaño manso.

            El protagonista, como ya he comentado, se dedica a la quema de libros, pero un día conoce a una muchacha que le hace preguntas, hecho que abre su mente y empieza a pensar y a cuestionarse su trabajo, mientras su mujer, totalmente hipnotizada por la información manipulada que recibe, no comparte sus inquietudes. A partir de ahí, la historia avanza con un ritmo vertiginoso, donde el protagonista, con sus dudas, intenta evadirse de una sociedad que no parece darle tregua y que persigue cualquier comportamiento fuera del estándar. Especial mención para la explicación del jefe de bomberos sobre cómo la sociedad fue evolucionando hasta el momento en que no hubo más remedio que prohibir los libros. Son varias páginas que impactan, pues pese a estar escritas hace ya más de medio siglo, las situaciones que plantean son de rabiosa actualidad, y muestran una evolución que, en cierto modo, se está produciendo en el mundo actual, aunque, por suerte para nosotros, no a una escala global.

            Como anécdota curiosa, esta obra que trata sobre la censura, también tuvo sus líos con la censura norteamericana, de la que no salió ilesa. Afortunadamente, las ediciones actuales se supone que son tal como las elaboró el autor.

            Fahrenheit 451 es una novela muy bien escrita, con una historia interesante, y que arroja varias ideas nuevas y puntos de vista sobre la sociedad que hacen al lector plantearse muchas dudas. Entretenida y apta para cualquiera, ya busque inquietudes intelectuales o acción. Ambos ingredientes condimentan esta novela.

martes, 23 de agosto de 2011

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad

            Al adentrarse en la lectura de esta novela sin ninguna información previa respecto a tema o autor, conforme se va avanzando, quizás se puede llegar a la conclusión de que la historia es exactamente paralela a la de la película de Coppola “Apocalypse Now”, y es que esta película tuvo una de sus nominaciones a los oscar al mejor guión adaptado. Guión adaptado de esta novela publicada en 1902, mucho antes de que se produjera la guerra de Vietnam, lugar donde está ambientada la película.

            Esta novela, como tantas otras del autor, tiene como trasfondo la vida de un marinero, con lo que intenta evocar su propia experiencia en la profesión con la que viajó a lo largo y ancho del mundo.

            La historia comienza con un grupo de marineros en una embarcación en el Támesis. Empieza narrando en primera persona, desde el punto de vista de uno de los marineros, una charla entre todos ellos. En un determinado momento, uno de ellos, llamado Marlow, hace un paralelismo entre ese río en que se hallan, la gente que habita a ambos lados del mismo y una vivencia que tuvo en un río muy diferente, en el Congo. En este momento, el narrador del relato cambia y a partir de entonces la historia se cuenta desde el punto de vista de Marlow, narrado también en primera persona.

            La historia nos lleva a una expedición por un territorio salvaje, totalmente desconocido para el narrador, el cual cuando acepta el trabajo sabe que va a un lugar que no aparece en los mapas. Su objetivo es, siendo el principal responsable de la embarcación que se pone en sus manos, remontar un río y localizar a un agente de la compañía que lo ha contratado, un tal Kurtz, personaje del cual, a lo largo del viaje, el protagonista irá conociendo detalles, algunos verídicos, otros meras conjeturas de personas que lo han conocido superficialmente o que lo han visto.

            Como si de un personaje se tratara, el ambiente se nos va describiendo como algo tangible, como un ente que está omnipresente, como un enemigo contra el que tiene que luchar el narrador. Un enemigo implacable, salvaje, impredecible, desconocido. La selva impenetrable cuyos secretos ocultos son imposibles de adivinar, esos sonidos desconocidos que provienen de la misma, esos salvajes con su mirada de miedo y subordinación, y de cuyo comportamiento se puede esperar cualquier cosa, ese río que hay que remontar, doblegar, escrutar, y que en todo momento es un reto y un peligro para la embarcación, esa falta de medios técnicos y profesionales en este remoto lugar del mundo donde cualquier avería podría suponer una catástrofe… Es ese ambiente, ese entorno desconocido uno de los protagonistas de esta novela, junto con el protagonista, que en su búsqueda para completar la misión que se le ha encomendado, irá describiendo cada percepción tal como la siente, ya que es incapaz de comprenderla.

            Cuando aparece el personaje del que tantas especulaciones se hacen, Kurtz, parece haber sido influido, absorbido, controlado por ese ambiente hostil, y graba en la memoria de Marlow lo que tal vez es su descubrimiento sobre ese entorno “¡El horror, el horror!”

            En esta obra, destacan por su calidad las descripciones, tan vívidas que llegan a dar la sensación de poner frente a los ojos del lector lo que se está describiendo. Es una novela de aventuras realista, que muestra con crudeza una odisea que había empezado con una búsqueda, y acabando con un encuentro que nada tiene que ver con lo que se estaba buscando.

El dador, de Lois Lowry

            Al comenzar a leer “El Dador”, no pude evitar sentir un cierto atisbo de placer al notar una lejana semejanza con el genial “1984” de Orwell y el no menos bueno “Un mundo feliz” de Huxley. En este caso, la autora nos sitúa también en una época futura y narra en tercera persona, a través de las vivencias de un joven llamado Jonás, la estructura de una sociedad estandarizada y utópica.

            Dicha sociedad, donde todo parece estar enfocado a la felicidad de los individuos, está gobernada por unas normas de obligado cumplimiento para toda la comunidad, que facilitan la convivencia entre todos sus integrantes. Por otra parte, se han suprimido gran parte de los elementos que pueden ser nocivos para los seres humanos, tanto física como psicológicamente. Eso se consigue mediante medicación (por ejemplo para el dolor o el deseo sexual), o mediante la ocultación o desinformación para mantener la ignorancia (como sucede, por ejemplo con la muerte o liberación de los que incumplen las normas). Dando una vuelta de tuerca más, también los accidentes geográficos y la meteorología se han llegado a controlar de forma que todo lo que rodea al ser humano no pueda suponer un imprevisto.

            La autora usa un lenguaje poco complicado y bastante comprensible, sin grandes adornos literarios ni descripciones detallistas, y consigue una novela muy amena, principalmente enfocada al público juvenil. ¿Por qué digo esto último? Porque a esta obra le falta “algo”, le falta esa chispa que convierte una buena idea en una obra ejemplar.

            En este caso, tras ir averiguando poco a poco cómo funciona la sociedad en ese mundo ideal, de pronto se descubre que dicha sociedad está basada en unos principios aberrantes e insoportables, como en tantas obras de este estilo, y aquí la historia se acelera y se precipita hacia un final que me pilló de improviso diciendo ¿Ya?¿Eso es todo? Y es que la última parte de la novela deja la sensación de que se terminó con prisa, intentando darle un final, el que sea, y que no encaja con lo que se va exponiendo desde el principio. Un final desde mi punto de vista absurdo y sin sustancia, que nubla el buen punto de partida de la historia y que resta calidad a la misma, dejando un sabor agridulce del que, pese a todo, da algo que pensar.

            En resumen, una lectura entretenida de la que se podrían esperar grandes ideas que dieran mucho que pensar, pero que no lo consigue, y queda en un segundo plano respecto a otras obras de la misma temática. De cualquier manera, al no alcanzar la profundidad a la que podría haber llegado con esas ideas de partida, la convierten en una lectura recomendable para el público juvenil, que podrá hacer una aproximación a la Sociología sin tener que pasar por otras obras tal vez más complicadas y de comprensión más difícil.

            La autora, tiene otros dos títulos: “En busca del azul” y “El mensajero”, los cuales sólo tienen en común como trilogía junto con “El dador” estar ambientados en esa misma sociedad utópica.